El Elegido coleccionaba mariposas vivas.
Para tal efecto, contaba con un frasco industrial de mayonesa Fruco de proveniencia indeterminada.
La elección es arbitraria.
De acuerdo a cálculos preliminares basados en mediciones a posteriori claramente deficientes, el frasco industrial de mayonesa Fruco contaba con espacio para albergar alrededor de doscientas cincuenta y tres mariposas de tamaño medio (más o menos cuarenta y una) en condiciones que respetaran los estándares de bienestar animal especificados en el manual de buenas prácticas que había recibido por correo dos meses atrás.
Su interés por las mariposas era apenas tolerado (con asco) por su núcleo familiar cercano, compuesto por un perro, un pato (recibido como sorpresa en una fiesta de cumpleaños con tema bucólico), una hermana menor, una mamá (necesariamente mayor) y un papá distante.
Tenía ocho años.
Sus nombres y localización geográfica precisa han sido removidos para proteger su identidad.
Las fuentes principales de ejemplares eran los jardines de su nuevo colegio y el patio trasero de su casa.
El cambio de ciudad y clima había sido instrumental en el desarrollo de esta nueva afición, que abordaba con la disciplina, meticulosidad y angustia perfeccionista que caracterizaba todas sus empresas científicas.
La soledad era (y es) el segundo factor.
Según su mamá, su tiempo promedio de compulsión focalizada jamás superaba los seis meses. Un estudio más cuidadoso de sus ciclos de atención concluiría, años después, durante su quinta estancia (esta voluntaria) en El Instituto, que cinco meses y seis días exactos bastaban para agotar su pasión por toda actividad que no involucrara algún tipo de satisfacción sexual. Las mariposas eran especiales.
Su equipo de investigación constaba de un frasco industrial de mayonesa Fruco de vidrio, un cuaderno de cien páginas cuadriculado (páginas numeradas a mano), una regla, lápices, alfileres, una lupa (incluída en el paquete de bienvenida al curso de detectivismo por correspondencia que jamás terminó), unas tijeras de punta roma, y un manual “Bristol” de buenas prácticas para el pequeño científico autodidacta que había solicitado por correo tras descubrir un cupón publicitario en su revista dominical infantil favorita.
El manual obviaba detalles elementales del ciclo vital de la mariposa común y, en opinión de quien escribe, de la existencia y el universo en general.
Debido a lo anterior, las indicaciones del manual fueron ignoradas. Error.
El primer ejemplar registrado, número de identificación 23 (?), ingresa al frasco de mayonesa Fruco el diecisiete de julio de 1985, un miércoles.
El último ejemplar, una mariposa verde oscura de dimensiones desproporcionadas bautizada “Anabel” e identificada con el código C-17.3 (las razones para la evolución gradual del código de identificación no son aclaradas en el manuscrito), ingresó al frasco el veinte de mayo de 1986.
La taxonomía era una preocupación menor.
El experimento partía de la hipótesis de que las mariposas generaban su propio alimento.
La ciencia es cruel.
Se estima que cuatrocientas veintinueve mariposas convivían (es un decir) dentro del frasco industrial de mayonesa Fruco.
Para ese momento, la pared interior del frasco industrial de mayonesa Fruco estaba uniformemente cubierta por un polvillo parduzco proveniente (conjetura) del aleteo desesperado de las mariposas recluídas, lo que dificultaba el seguimiento demográfico estricto que exigían los protocolos.
Observación empírica: bajo condiciones de hacinamiento extremas, la mariposa común está capacitada para practicar sin remordimiento el canibalismo y, por ende, la necromancia.
La hipótesis de trabajo fue confirmada (a su manera).
Nota al margen: lo anterior, por cierto, también aplica a seres humanos, como evidencia la experiencia haitiana.
Indicio (doce de marzo): misteriosas emanaciones fluorescentes provenientes del frasco opaco de mayonesa Fruco en la esquina del cuarto que comparte con su hermana reemplazan por completo a un gusano luminoso eléctrico como lámpara nocturna de protección paranormal.
Se desconoce si este reemplazo contribuyó a desencadenar la serie de eventos ulteriores.
Los medidores indican que la perturbación psíquica se inició dos semanas más tarde, el veintiseis de marzo, con una frecuencia de despegue de 27 Hertz.
Indicio (marzo a junio): ruido estridente interfiere a intervalos regulares las señales de radio y televisión de la zona en una suerte de canto desgarrado (post-decodificación) que ahora se interpreta como subproducto del proceso natural de sincronización neurológica supracorporal.
El ocho de julio en horas de la noche, justo antes de la novela, La Colonia adquiere solidez dimensional e inmediatamente emite su primer comunicado público (41 Bytes) a través del canal neuropático principal.
En el acto, alrededor de ciento veinticinco millones de personas en un radio de aproximadamente 4200 kilómetros sucumben en estasis sistémica irreversible ante la intensidad de la súbita intromisión psíquica.
Comunicado: “Los poemas toman miles de años en morir”.
La Colonia habla con nuestra propia voz.
Así reclama la realidad.
Transcripción entrevista #851:
“Tal vez soy responsable de lo que le pasó a mi hermana menor y a todas esas otras personas que fueron sometidas, me duelen sobre todo los niños, pero también estoy convencido de que mi labor, mi... mi misión, estaba predeterminada pues, como ahora se sabe, La Colonia está (o estaba o estará) capacitada para actuar extratemporalmente, lo que le(s) permite en particular generar su propia concepción/perturbación puntual cuando así lo exige un desequilibrio de la infraestructura producido por [...]
“Todavía hoy, treinta y tres años más tarde, siento que Su Voluntad Colectiva modula mi destino y dicta mi propósito aunque su presencia activa se haya disipado luego de la [...]
“Percibo a través de [...] Quiero decir que [...] en qué consiste la inocencia [...] es su remanente lo que nos –me– permite [...] aunque el quiebre de la ola no explica el mar [...] no todos están capacitados para resistir el dolor.
“Su ausencia es sólo aparente”.
Publicado originalmente en
Matera 7: Tenemos Animales